Los niños y niñas de las colonias no tienen las mismas oportunidades que los que vienen de familia acomodada. Tienen una educación deficiente, no tienen acceso a Internet, ellos nunca han viajado, no participan más que en su círculo social local. El ambiente de la pobreza y la violencia en el que crecen, a menudo les obligan a entrar en una lógica de la supervivencia.
Dar a estos niños la oportunidad de estudiar es único y les permite romper el círculo vicioso de la pobreza. Una beca representa para ellos la posibilidad de transformar no sólo su vida personal, sino también las vidas de sus familias y, finalmente, a largo plazo, su colonia.
La mayoría de los jóvenes a los que les damos una beca, como los demás niños del barrio, ya estarían trabajando y sin duda ya serían mamás o papás sin haber terminado la escuela secundaria (86% de los adolescentes no terminan su secundaria en los barrios). Al igual que sus padres, trabajarán en las construcciones como albañiles o en una fábrica para ganar solamente 700.00 pesos mexicanos en promedio por semana. Esta situación no les da casi ninguna oportunidad de prosperar. Cuando viven solos, no hay mayores dificultades, pero cuando es necesario mantener una familia, se vuelve muy difícil de soportar.
Dar una beca a un niño es ofrecerle un futuro, una nueva esperanza. El mundo es cruel con ellos, estamos aquí para hacer todo lo posible para que sea más suave, para que puedan acceder a una situación a la que normalmente no aspirarían.
“¿Qué quieres ser de grande?”
Por lo regular, cuando se pregunta a un niño: “¿Qué quieres ser de grande?”, el niño va desarrollando, poco a poco, una visión.
Esta pregunta que se hace siempre a muchos niños, nunca se hace a los niños de estos barrios, porque su futuro está determinado: hijos de albañiles u obreros que no terminaron su secundaria (y, a veces, ni la empezaron). Como sus papás, reproducirán el mismo esquema. Cuando estén en condiciones de trabajar y ganar un poco de dinero, abandonarán el colegio a fin de sentirse por fin “hombres” y salir del mundo de los niños... Muy pronto se juntarán con una chica; rápidamente tendrán familia. Luego conocemos lo que sigue: la tentación del alcohol, la violencia intrafamiliar, etc. No tienen otro futuro porque no han tenido la oportunidad de desarrollar su capacidad de visión. Eso es una pobreza interior más grande que la pobreza exterior, aún más: la falta de visión, de esperanza en un futuro mejor engendra la pobreza exterior. Tampoco se proyecta en el futuro por las actividades familiares: “¿Donde vamos a ir este verano?” o “¿de cuál color quieres que pintemos tu cuarto?” son preguntas que no pertenecen al universo de estos niños. Esto origina, a largo plazo, una actitud fatalista y de sumisión. En el programa de becas, queremos remediar esta carencia.
Si queremos sacar un niño de la pobreza, debemos ofrecerle la posibilidad de tomar realmente las riendas de su vida en sus propias manos brindándole una verdadera educación y llevándolo a lograr un verdadero diploma y a conseguir un trabajo para que tenga la alegría de decir “lo he hecho, me impulsaron, pero soy yo quien lo he hecho”.